Cómo lo hace… Fernando Marías

por Oct 11, 2019Cómo lo hacen los escritores2 Comentarios

Nació en Bilbao en 1958. En 1975 se trasladó a Madrid para intentar la aventura de hacer cine. Su obra narrativa incluye, entre otras, las novelas La luz prodigiosa; Esta noche moriré; El Niño de los coroneles; Todo el amor y casi toda la muerte y La isla del padre. Con ellas ha cosechado los premios más prestigiosos de nuestro país, como el Nadal o el Biblioteca Breve de Novela. Es creador e ideólogo de la comunidad de escritores «Hijos de Mary Shelley».

 

 

«Creo que la inspiración es más un estado físico que un estado mental»

 

 

¿Desde cuándo tuviste claro que querías ser escritor? 

 

Creo que se trata de un compendio de sensaciones e impulsos revueltos dentro de un laberinto. Ya la primera película de mi vida, que fue El Álamo, me fascinó. Luego los tebeos, los libros… Iba irremediablemente hacia allá. Sobre los 13 o 14 años vi la película de Peckinpah Grupo salvaje y así, lo recuerdo nítidamente todavía hoy, nació mi determinación. Y aquí estoy, casi medio siglo después.

 

 ¿Cómo eliges la idea para una novela? 

 

Cada vez tardo más, mis libros, desde hace veinte años, llevan una cadencia de uno por lustro. Es muy simple, la historia que deseo contar viene a mí. Voy con las antenas puestas, claro, pero cuando algo adquiere especial relevancia en el acto noto y sé que ahí hay una historia especial y, tal vez, una novela. El último libro publicado, La isla del padre, de 2015, es autoficción, el que termino en estos días también. He dedicado una década a ellos. No sé lo que vendrá después. Los libros mandan, no yo.

 

¿Cómo te llevas con la inspiración? 

 

Creo que la inspiración es un estado físico más que mental. Hay que tener ganas de recibirla, tener los órganos y las neuronas físicamente receptivas. La mente y las ganas de teclear ansiosas de que llegue la señal de la inspiración para ir a por ella. Es curioso, hay días que te pones ante el ordenador y sabes que nada interesante va a ocurrir, y sin embargo otros es al revés. Nunca la fuerzo, si no viene no viene y no pasa nada. Pero tampoco la interrumpo. Si ha venido, que se quede hasta que ella quiera. No puedes detener una visita de la inspiración porque tienes que ir a comer.

 

¿Cómo te documentas para tus novelas? 

 

No escribo novelas que necesiten demasiada documentación, aunque por supuesto los detalles que lo requieren son atendidos. La documentación es en si misma interesante, porque siempre aparecen cosas que no esperabas y te pueden inspirar, incluso determinar. Recuerdo que la línea central que finalmente tiene Cielo abajo me la sugirió un libro del que no esperaba sacar gran cosa, y sin embargo hizo que cambiara mi mirada sobre el libro. Creo que cualquier momento histórico que eligiéramos, incluso al azar, como quien gira una bola del mundo y señala un punto, encontraríamos matices de la documentación que nos inspirarían.

 

¿Qué tipo de escritor eres, de los que escriben con brújula, es decir, sin rumbo fijo, o de los que escriben con mapa, diseñando la trama al milímetro? 

 

Lo segundo no va con mi carácter, me aburriría mucho. Me gusta saber qué sensación quiero provocar en el lector y luego voy avanzando hacia esa sensación. Mis libros mutan en el camino, siempre ocurre, nunca me ha salido un libro como planeaba al principio. Me gusta saber cómo empieza un libro y cómo termina. Y en la parte central está la aventura de la búsqueda.

 

¿Cuántos borradores sueles hacer de tus novelas? 

 

Hay que ponerse límites. La tendencia, mi tendencia, es estar corrigiendo indefinidamente. Opté por una fórmula. Voy escribiendo en libertad, sin orden de ninguna clase, hasta que en un momento determinado percibo que todo ese material escrito exige ya empezar a armarse, pide una estructura. Entonces lo ordeno y continuó desde ahí hacia el final. Cuando hay un borrador terminado, es decir la primera versión de la novela acabada, la dejo reposar y me encierro con ella pasado un tiempo para ir corrigiendo muy despacio. De ahí sale el texto definitivo, que una vez publicado no vuelvo a leer.

 

 ¿Cual es tu rutina de escritura? 

 

En pie a las 5 de la mañana y taza de café negro. Y desde esas coordenadas, lo que salga sin imponer nada. Soy muy anárquico, me dejo llevar por la intuición, sobre todo en mis dos últimos libros, que no son obras de ficción exactamente. Me gusta divertirme escribiendo, sorprenderme a mí mismo.

 

«Si no fuera escritor, sería un criminal sofisticado, de guante blanco probablemente»

 

¿Cómo es tu rincón de escritura?

 

Un rincón de mi casa. El ordenador sobre la mesa y mil papeles inútiles sobre ella. En ese escenario, el ordenador me parece los mandos de una nave espacial. Me gusta pensar que todo se fascina desde ese teclado. Necesito escribir en mi espacio, no puedo hacerlo en hoteles y sitios así. Debe haber una confianza entre el lugar y el que escribe.

 

 ¿Escribes pensando en el mercado actual o lo haces solo para ti?

 

Creo que hay que escribir bajo el criterio propio y solo para él. El mercado actual carece de otro criterio que vender, no hay editores críticos o hay muy pocos, solo te puedes fiar de ti mismo. El novelista debe escribir la novela que quiere escribir, todo lo demás son tonterías.

 

Durante el periodo de escritura, ¿enseñas tu trabajo a alguien o lo guardas como un secreto? Y una vez terminas la novela, ¿recurres a lectores cero que te den unas primeras valoraciones o prefieres que directamente sea tu editor quien te corrija?

 

Tengo algunos lectores de confianza. Lo malo es que van perdiendo esa condición, porque ellos mismos evolucionan y su criterio, en vez de ayudarte, puede desconcertarte. Pero conviene tener dos o tres miradas críticas. A veces uno pierde la perspectiva parcial, una mirada ajena, crítica y honesta, puede ayudar mucho. Y siempre advierto sobre los falsos lectores de confianza, aquellos que te dicen que todo está bien y no se atreven a ser críticos. Eso puede ser muy dañino.

 

¿Qué experiencia tuviste con la publicación de tu primera obra? 

 

Con mi primera novela, tuve la suerte de ganar el premio Ciudad de Barbastro, en 1991. Y casi enseguida tuve agente, que sigue siendo la misma que hoy. En todo eso me siento afortunado, he publicado sin problemas desde entonces, creo que lo mejor que le puede pasar a un autor es que dedique todo su pensamiento a la escritura, y ni un solo minuto a la parte de venta, edición, contratos, etc. Esto es la felicidad.

 

 Una vez que has publicado una novela, ¿vuelves la vista atrás deseando haberla escrito de otra manera o eres de los que se olvida del libro?

 

No, una vez publicada la saco de mí. Alguna vez se ha dado el caso de reeditar una novela antigua, y entonces le hago una revisión estilística, pero sin cambiar nada de lo esencial. Los libros deben permanecer como fueron escritos, eso es lo que surgió de nosotros en un momento, y cambiarlos es una especia de traición atroz.

 

 ¿Cómo te imaginas tu vida si no hubieras apostado por ser escritor?

 

Supongo que sería un criminal sofisticado, de guante blanco probablemente.

 

Y por último, lo que siempre pedimos a los entrevistados: ¿tu mejor consejo para los que empiezan a escribir, ese que es básico y sin el que, según tu opinión, no se puede ser escritor?

 

Que no escuchen consejos. No es una broma. Los consejos los da uno sobre su propia experiencia, los consejos que yo pueda dar valen para mí, no para otro. Pero si tuviera que optar por uno estilístico, señalaría que hay que tener cuidado con los adjetivos obvios.